Tal vez la próxima vez que escuche una guitarra country, me encuentre recordando con nostalgia aquel fin de semana que marcó mi primera visita a la riviera nayarita. Con el sol pegando al máximo y el sonido del mar de fondo, me encontré en una situación inusual e inesperada: cubriendo el Sand & Strings Music Festival en un club privado en Sayulita. ¿Un festival de música country en México? Nunca pensé que lo vería, pero aquí estaba, listo para entrar a un mundo sonoro del que conocía muy poco hasta el momento.
Desde el momento en que llegué al festival, quedó claro que el público objetivo no era precisamente la población local. Más bien, este evento parecía dirigirse a los turistas extranjeros y a esos gringos que se están apoderando de cada rincón de nuestros pueblos mágicos. Si habíamos diez mexicanos en el lugar (sin contar al personal del evento), probablemente éramos demasiados.
Pero dejando a un lado las consideraciones sobre gentrificación, el festival prometía una variedad de artistas, con un lineup que abarcaba desde el country más tradicional hasta el blues más melancólico. Con nombres como Gran Sur, Verá Pedro, The Brothers Comatose, The T Sisters y Whiskerman, el escenario estaba preparado para ofrecer una experiencia musical poco convencional en nuestro país.
A medida que avanzaba la tarde, me encontré rodeado de sonidos que, aunque inusuales para mí, tenían un encanto peculiar. Desde el ritmo contagioso del bluegrass hasta la melancolía del folk, cada actuación tenía su propio estilo, y aunque mi conocimiento sobre estos géneros era limitado, no pude evitar contagiarme con las vibras del ambiente y descubriendo nuevas propuestas para cuando lo de cajón ya no me baste.
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